diumenge, 12 d’octubre del 2008

Reedició XIII: CAMINAR Y PENSAR


Si tuviera que empezar de alguna manera, empezaría caminando:

Le gustaba seguir los pasos de la gente con la mirada. Caminar a unos diez metros con los ojos puestos en los pies de alguien. Una condición imprescindible para enamorarse de una chica era que le gustara su forma de caminar. Los pies no tenían que ser planos ni valgos. No debían golpear el suelo con fuerza, ni exagerar el contacto de la punta y/o el talón con el suelo. Le gustaba una forma pendular de caminar, con un leve balanceo de cadera, con una cadencia regular al andar y los brazos acompañando suavemente.

Recordaba cuando caminaba evitando pisar las líneas de la acera. Cuando se cansaba, canviaba y entonces debía pisar siempre y al menos una línea cada dos pasos. Caminaba mirándose los pies y acababa fijándose en su estilo de andar. Entonces miraba su reflejo en los escaparates para comparar lo distinto que puede parecer un andar según la perspectiva con que se mire. Cuando miraba hacia abajo para verse los pies parecía que más que andar, corría. En canvio, el escaparate mostraba unos andares más pausados.

Otra cuestión que le asaltaba al mirarse el gambeteo en los escaparates era si así es cómo andaba un zurdo. ¿Camina distinto un zurdo? Suponía que esta pregunta tenía más sentido cuando se observaba tocando la guitarra delante de un espejo. O cuando se lavaba los dientes delante del espejo del baño. O cuando se peinaba. Etc. Después de pensar un poco en esto le volvía a asaltar otra inquietud que posiblemente le perturbaba un poco más que la anterior. En el espejo no veía su cara. ¡Tenía una imagen distorsionada de él! Veía su cara pero puesta del revés. Lo de la derecha a la izquierda y lo de la izquierda a la derecha (y mucho más). Pensava en que la realidad era un poco como el reflejo de un espejo. Si no la observas con detalle no te das cuenta de que es distinta de como creías. Se esconde y disimula muy bien.

Llegado a este punto le asomaba una especie de vértigo, como si se diera cuenta que había escarbado mucho en el pensamiento y pudiera surgir de él algo que no comprendiera y que le angustiase. Por eso acababa pensando que no tenía una imagen de él distorsionada pues se había visto cientos de veces en fotos. Y las fotos no están del revés. Punto y final.



Extremoduro - Posado en un nenúfar