dissabte, 11 d’octubre del 2008

Reedició IX: ESTUPIDEZ


ESTUPIDEZ

Ella fumándose un cigarro. Una brisa límpida y gélida, una ventana abierta, acogedora luz suave de flexo, “Feliz en tu día”* y casi ella. ¿Qué significaba eso?

En su habitación, ella, o casi ella. Unos mensajes que viajaban en el aire como copos de nieve azotados. La calefacción a la máxima potencia. Y ella asomada en la ventana abierta. Una estupidez.

Llevaba puesto un abrigo y el gorro de lana tejido por su abuela. El pitillo en su mano derecha. El codo y el cenicero en la repisa. En la mesilla de noche el incienso consumiéndose al compás de su respiración, de un bajo de ritmo cavernoso. Al ritmo de sus pensamientos. Una estupidez.

Ella escupía débilmente el humo hacia la fría noche. El humo, más inteligente, daba media vuelta y entraba en la habitación calentita. Una estúpida lucha entre el frío exterior y la estufa. El humo, inteligente, chocaba contra ella, la impregnaba, la rodeaba y pasaba al interior. Y lo seguía impregnando todo. Era inteligente, impregando todo a su paso, algo que ella no podía conseguir. Impregnar. ¿Porqué fumaba? Había mil razones en el aire y sólo una que era cierta. Y no era ninguna de esas mil. Sólo era una forma de acompañar a los pensamientos. Sólo era una forma de congelarse la mano. Una estupidez.

En el cenicero dos cigarrillos tiernos muertos. Consumidos a ritmo de pensamiento. Un pensamiento plasmado en colillas y cenizas volátiles. A lo lejos, según los telediarios, nieve. Una estupidez.

Los pensamientos no cesaban, ni los segundos con sabor a horas, ni los días con sabor a época, ni los luciérnagos cigarros de la noche. Frente a su mirada estúpida de inocencia trascendental una cortina borrosa de mechones. Y señales de humo juguetonas. Y una de las noches más puras, de oscuridad capital. En la repisa su móvil. El impasible. El reclamo de una atención emanando la soledad de los "sinrespuesta". Una estupidez. Una espiral iluminada por el fuego del pitillo que amenazaba con consumirse sin suspiros de su alma estúpida.

¿Qué significaba eso?

Que al día siguiente las respuestas ya no tendrían significado. Demasiado tarde, al día siguiente, y en aquel preciso instante, su alma habría muerto un poco más. Y no por el jodido frío polar, ni por el puto alquitrán ni el maldito monóxido de carbono del tabaco, ni por el plomizo insomnio amargo y noctambular...

Una gran estupidez, que la estúpida de turno no podía evitar.

Buenas noches, estúpida. Te quiero.



*Cançó del grup Standstill.