La vida ya no tenía sentido para él.
Sabía que la única solución que le quedaba era el suicidio.
Pero siempre había alguna nimiedad que le aferraba a la vida, un hálito de esperanza refrita que le impedía ser feliz, o por lo menos, no ser infeliz.
Por eso deseaba fervientemente que algún día, así, sin más, le golpearan brutalmente en la cabeza.
Con algo duro.
Una bola de billar.
O una barra de hierro, quizá.
Pero eso significaba dejarlo en manos de la suerte.
Y ya se sabe, la suerte es muy caprichosa.
Puedes quedarte esperando toda una vida a que tu deseo se vea cumplido.
¿Jugarás tus cartas?
The Doors - The end
Sabía que la única solución que le quedaba era el suicidio.
Pero siempre había alguna nimiedad que le aferraba a la vida, un hálito de esperanza refrita que le impedía ser feliz, o por lo menos, no ser infeliz.
Por eso deseaba fervientemente que algún día, así, sin más, le golpearan brutalmente en la cabeza.
Con algo duro.
Una bola de billar.
O una barra de hierro, quizá.
Pero eso significaba dejarlo en manos de la suerte.
Y ya se sabe, la suerte es muy caprichosa.
Puedes quedarte esperando toda una vida a que tu deseo se vea cumplido.
¿Jugarás tus cartas?
The Doors - The end
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